Miedo y risitas nerviosas: Un día como judío en Malmö

21/Oct/2013

The Local, Patrick Reilly

Miedo y risitas nerviosas: Un día como judío en Malmö

Antisemitismo y Malmö son palabras que frecuentemente aparecen juntas. Los judíos le están dando la espalda a la ciudad sureña a raíz de varios incidentes, mientras que los potenciales turistas judíos han expresado su preocupación por la seguridad de la ciudad. Patrick Reilly del “The Local” se puso una kipá durante un día para descubrir cuál es la situación.
El mes pasado “The Local” recibió un correo electrónico de un lector judío en los Estados Unidos que estaba pensando hacer una visita a Suecia.
“Con el aumento del antisemitismo en Europa y algunas noticias preocupantes desde Suecia (me viene a la mente Malmö), ¿por qué debiera visitar Suecia una persona judía con su familia? No me pongo tzitzit ni uso kipá, pero tengo aspecto de judío. Estoy preguntando esto sin sarcasmo”, dijo el lector.
En 2010, el Centro Simon Wiesenthal, que representa los intereses judíos en el extranjero, emitió una advertencia sobre viajes a Malmö instando a tener “una precaución extrema”. Un año después, una compañía de cine de Hollywood desechó sus planes de rodar una película de temática judía en esa ciudad, debido a las preocupaciones sobre el antisemitismo en la misma.
El año pasado, el Centro Wiesenthal dijo que “no veía ninguna razón para relajar o revocar” su advertencia a los viajeros judíos que estaban considerando hacer una visita al sur de Suecia.
Unos meses después, el centro comunitario judío fue atacado en un atentado con una bomba. El ex alcalde Ilmar Reepalu fue acusado de antisemitismo durante sus últimos años en el cargo, los que coincidieron con un aumento en los crímenes de odio dirigidos contra judíos – aunque muy pocos fueron denunciados a la Fiscalía.
Los judíos que no ocultan su identidad en Malmö son pocos pero hay diferencias entre ellos. Está el rabino Shneur Kesselman, que se viste con un traje tradicional judío completo, y tenemos al cocinero Shmuel Goldberg que sólo lleva una kipá.
Ambos han sufrido acosos. A Kesselman le grabaron la palabra ‘ Palestina ‘ en su coche mientras Goldberg dice que frecuentemente es insultado. A principios de este año se enfrentó en el centro de Malmö con un hombre enojado, en un incidente que casi se convirtió en violento. Se le alentó a denunciarlo a la policía, que lo clasificó como un crimen de odio.
Cuando le dije a Goldberg que tenía la intención de llevar una kipá durante un día, se mostró preocupado.
“No hagas nada que no normalmente no haces. Ten cuidado, ya que a veces puede ser desagradable”, le aconsejó.
La idea era seguir con mi día normal y también visitar los lugares a los que un turista potencial puede ir, aunque con una diferencia importante – la kipá sujeta con un clip en la parte posterior de mi cabeza.
Mi intención no era afrontar el riesgo mayor de aventurarme en un suburbio como Kroksbäck, donde un ciudadano de Gambia fue asaltado recientemente junto con su pequeño hijo y casi arrojado desde un puente, en un delito por motivos raciales. Además Kroksbäck junto con, digamos Rosengård, no son precisamente lugares de interés turístico.
Bueno, no pasó mucho tiempo antes de que tuviera la sensación de que estaba siendo observado mientras caminaba hacia Möllevången. Möllan, como lo conocen los lugareños, es el barrio bohemio de Malmö con un mercado de frutas y verduras bullicioso, donde trabajan inmigrantes de día y bares que sirven cerveza barata por la noche.
He caminado por esta calle infinidad de veces en mi atuendo normal, sin que nadie se diera vuelta para mirarme. Ahora era como si tuviera dos cabezas, a juzgar por el número de miradas que apuntaban en mi dirección.
Al pasar junto a un bar muy conocido vi a algunos tomando café a la hora del almuerzo, mirando con la boca abierta en mi dirección. Caminando por los puestos de frutas y verduras era obvio, que estaba siendo observado por los compradores y los trabajadores.
Cuando llegó el momento de hacer una compra, sucedió algo extraño. El trabajador comenzó a sonreír y le hizo señas a su jefe para que viniera a presenciar esta transacción. Ambos fueron amables, hasta diría que casi demasiado.
Esperaba miradas fijas, pero ciertamente no una risa bonachona. Esto me pareció extraño.
Por razones de seguridad, le pedí a un amigo que me siguiera desde una distancia discreta por si acaso las cosas se ponían feas. Mientras estuvimos en Möllan fuimos a una de las cafeterías, intercalada entre el falafel y las tiendas de productos étnicos.
Mientras esperábamos por nuestras bebidas, descubrí que dos hombres me miraban desde un rincón de la pequeña cafetería. Podía sentir sus ojos ardiendo en la parte posterior de mi brillante kipá blanca prestada pero – una vez más – nada fue dicho o hecho que pudiera ser interpretado como antisemitismo, o al menos no de una especie que me hiciera temer por mi seguridad.
Sin embargo, yo estaba nervioso y esos sentimientos se intensificaron cuando nos sentamos en la plaza pública para beber nuestro café.
En varias ocasiones, la gente se detuvo y me miró con una mezcla de incredulidad y amenaza. Otra mujer se puso a reír como si fuera la cosa más divertida que hubiera visto en mucho tiempo. Luego un grupo de hombres con perros grandes se paró frente a mí, en lo que me pareció una eternidad.
No sé si fue porque hablaban rápidamente en una lengua que no entendía o la proximidad de los perros, pero sentí miedo. Ya fuera que la amenaza fuese real o imaginaria, el miedo sí era real y se derivaba de lo que llevaba en mi cabeza.
No me ayudó mucho que mi amigo me dijera, que otro grupo de hombres había estado mirándome fijamente durante 30 minutos desde una cafetería al otro lado de la calle.
Era el momento de dejar Möllan pero quería comprar un pan antes de irme. Una vez más, el joven de la tienda de comida étnica estalló en carcajadas cuando le di las diez coronas para el pan fresco. Un judío (falso) en esta parte de la ciudad sin duda generaba un factor de curiosidad.
Luego caminé por la calle de las grandes tiendas, Södra Förstadsgatan, en dirección a la plaza principal en Gustav Adolfs Torg. Hubo más miradas, en particular de una mujer mientras comía mi almuerzo, pero se sentí más seguro en esta parte de la ciudad.
Después de un tiempo empecé a olvidarme que estaba usando la kipá, hasta que un hombre corpulento se acercó agresivamente en mi dirección y farfulló “judío de mierda” a su amigo. Fue un recordatorio de que hacer obvia tu identidad judía en Malmö conlleva sus propios riesgos. Francamente, fue un alivio quitármela.
He vivido en Malmö durante casi dos años y en ese tiempo ha habido numerosos tiroteos y crímenes violentos. Como irlandés en el extranjero nunca me he sentido ni por asomo amenazado, pero el uso de la kipá durante unas horas fue suficiente para infundirme sentimientos de miedo. Incluso cuando no sentí miedo, me hicieron sentir diferente y desagradable.
Las estadísticas muestran que tener miedo es correcto. Se registraron 60 crímenes de odio antisemita en Malmö en 2012 – casi tres veces más que en años anteriores. Ninguno de ellos terminó en una condena.
Goldberg tiene la intención de seguir usando su kipá, a pesar de las amenazas. Los judíos que no llevan una kipá o ropa de tipo judío, como el recién llegado español Juan López, raramente sufren acoso.
“Nunca he sentido miedo en Malmö porque no llevo una vida judía tradicional. En pocas palabras, nadie sabe que soy judío, no es que no haya una amenaza real para la población judía de Malmö “, dijo López a “The Local”.
Los problemas sin duda persisten. Una maestra de escuela me dijo que algunos padres retiraron a sus hijos de su clase una vez que descubrieron que era judía y, como resultado, dejó de trabajar en Malmö.
Mientras tanto, el único jardín de infantes judío está protegido con puertas a prueba de balas después del atentado del año pasado. Cuando los niños salen de excursión llevando sus chalecos de alta visibilidad, el nombre del colegio preescolar judío no está escrito en los chalecos, por temor a posibles ataques.
Pero sería un error irse con la impresión, como muchos del otro lado del Atlántico parecen haber hecho, que el antisemitismo no se combate en Malmö. De hecho, los informes sobre antisemitismo han llevado a mucha introspección.
“Caminatas con kipá” en la que se involucran cientos de residentes de Malmö y otros suecos, se llevan a cabo regularmente para mostrar su apoyo a la comunidad judía de la ciudad, que se estima ha disminuido a 600 personas.
En el tema de crímenes de odio, la policía y los políticos han prometido ocuparse más y mejor. En una reciente entrevista con “The Local”, el nuevo alcalde de Malmö Katrin Stjernfeldt Jammeh dijo, que estaba dispuesto a mejorar las relaciones con la comunidad judía y se comprometió a hacer más para luchar contra el crimen de odio.
“Creo que empezamos un debate que es muy importante, al enfocarnos en el crimen del odio. Incluso uno solo ya es demasiado”, dijo.
Seamos claros. Más allá de miradas y un insulto sin sentido, nada verdaderamente grave sucedió cuando me puse la kipá durante unas horas. Pero bastantes incidentes desagradables han ocurrido en Malmö como para sugerir que algo podría haber ocurrido.
Los judíos que visiten Malmö, al menos aquellos cuya identidad sea reconocible, deben estar preparados para recibir miradas como mínimo y para la violencia en el peor de los casos.